Por Ricardo J. Delpiano
![]() |
Foto: Luis Peredó |
Durante los últimos años y pese al crecimiento significativo de la economía y del Producto Interno Bruto (PIB) de Chile, el aeropuerto de Santiago ha visto amenazada su posición y ha perdido relevancia a nivel regional por el surgimiento de otros hubs y una visión integrista de sus respectivos Gobiernos.
En términos comparativos, el caso es similar a lo que enfrentan algunos aeropuertos europeos frente al surgimiento de los grandes centros de conexiones en Medio Oriente. En Sudamérica, Santiago es opacado por Lima, Bogotá o Panamá, mientras que en Europa, París Charles De Gaulle, Frankfurt am Main, Roma Fiumicino, enfrentan la rivalidad de Dubái, Abu Dhabi, Doha, entre otros, además de la fragmentación de rutas producto de las aerolíneas de bajo coste.
Un aeropuerto no tiene sentido si no existe una red de destinos que atender (rutas y demanda) y si no hay compañías que aterricen en él. El caso más emblemático son los muchos aeropuertos fantasmas en España, que poseen una gran infraestructura pero sin o muy pocas operaciones.
Para enfrentar y revertir ese escenario, un aeropuerto debe asumir una posición proactiva que implica salir en busca de desarrollo de rutas y oportunidades de negocios, que tengan como resultado que más aerolíneas aterricen en su infraestructura y que más pasajeros transiten por sus dependencias.
El aeropuerto junto a la labor de las compañías aéreas puede transformarse en un catalizador de tráfico para beneficiar una gran cantidad de sectores como el turismo, el desarrollo de nuevos negocios, las comunicaciones, el propio Estado, sin dejar de mencionar además los beneficios innumerables beneficios sociales directos e indirectos que genera la aviación en un país.
Para conseguir esos resultados, el aeropuerto debe funcionar con una mirada de cooperación y coordinación con las compañías y con las distintas entidades del Estado que intervienen en el sistema aeronáutico, las que además deben generar políticas públicas favorables. La falla o ausencia de alguna puede generar consecuencias que afecten las metas planteadas.
De la misma forma, se necesita un aeropuerto altamente competitivo con tarifas adecuadas que permiten a los actuales operadores continuar funcionando y a que más aerolíneas aterricen en el país. Este punto es también una tarea del propio Estado, ya que a través de políticas de incentivo puede generar una enorme contribución al país.
A diferencia de otras ciudades, Santiago no ha conseguido explotar su potencial y pese a los esfuerzos desplegados mantiene todavía una promoción internacional baja, que se traduce por ejemplo en la incapacidad por parte de las entidades estatales para capturar nuevas aerolíneas que están llegando a la región. Los mayores flujos responden prácticamente responde a una evolución natural como consecuencia del crecimiento y del trabajo realizado por las aerolíneas (cambio en el modelo de negocios).
![]() |
Foto: Ricardo J. Delpiano |
Si existe la adecuada cooperación y coordinación, sumado a un modelo de negocios que avance en sintonía con la industria aérea, Chile puede alcanzar en un breve plazo la ambiciosa meta de realizar al menos dos viajes en avión por habitante doblando la tasa actual.
En comparación con competidores directos como Buenos Aires o Lima, Santiago posee ciertas ventajas superiores. A diferencia de Buenos Aires, la capital chilena cuenta con un sólo aeropuerto de primer nivel para que los viajeros puedan trasladarse al extranjero o dentro del país. Con Lima, es la distancia menor que existe entre la capital chilena y las principales ciudades en Oceanía (Auckland, Brisbane, Sydney) que son puntos de conexión a Asia.
El aeropuerto de Santiago se encuentra en plena fase de licitación, proceso que ha despertado interés de 12 empresas precalificadas tanto chilenas como extranjeras. A pesar del retraso y de los errores bajo las últimas dos administraciones de gobierno (Bachelet y Piñera), los plazos del concurso público se mantienen y la recepción de las ofertas se mantienen para el próximo 18 de noviembre. El actual gobierno presionado por las demoras anteriores y una creciente demanda, apura sus esfuerzos para contestar las 2.600 preguntas realizadas por los interesados y evitar a toda costa un nuevo retraso en la licitación.
1 comentario:
Muy buen análisis de la situación actual y de los diversos factores que inciden en el posicionamiento de un aeropuerto a nivel mundial, y como el estado incide en él.
Pero la sensación al terminar de leer la nota es de incertidumbre, ya que no estoy seguro si las actuales autoridades visualizan la importancia del uso de estas plataformas como una oportunidad país, más que la construcción de un muy bonito edificio y lozas de estacionamiento. Al respecto, y viendo los distintos participantes en el proceso de licitación, veo con recelo a determinados consorcios con capitales extranjeros a cargo de concesiones de aeropuertos que en la actualidad están perdiendo terreno; estos gobiernos han sido increíblemente ineficaces a la hora de entregar una concesión, y ejemplos en nuestro país, a todo nivel de obras públicas, abundan.
Lo mismo me inquieta para la próxima re-licitación de Carriel Sur, si bien las necesidades y expectativas de ambos proyectos tienen diferencias enormes, es una oportunidad para dar un gran impulso, y no quedar estancados por 15 años.
Publicar un comentario